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​Junta de Acción Comunal del Barrio San Luis

Localidad 13 Teusaquillo   -  Bogotá D.C. Colombia 

Historia del barrio

Nuestro barrio  tiene una historia y un diseño urbanistico realizado por Karl Brunner que involucra desde el lugar para el estadio El Campin hasta la Avenida Caracas.

Abajo encontrará la historia del barrio San Luis de la localidad de Teusaquillo y barrios aledaños como es Galerias, Chapinero Occidental, BCH o Divino Salvador y Campín, financiada por el Instituto de Participación y Acción Comunal - IDPAC en Bogotá - Colombia.

Las fotos corresponden a eventos y lugares de nuestro barrio, casas de Conservación Arquitectónica en la zona de Interés Cultural del barrio.

PROYECTO DE FORTALECIMIENTO PARA ORGANIZACIONES SOCIALES
CONVENIO DE APOYO 611 - P06 DE 2009
ESTUDIO DEL BARRIO SAN LUÍS Y ALREDEDORES
Realizado por Arq. Gustavo Alberto Rodríguez Alvis
Derechos reservados.
Jacsanluis2006@yahoo.com
Abril de 2009.
1.     OBJETIVO.
El objetivo es la realización de la historia del sector donde se halla situado el Barrio San Luís, localidad de Teusaquillo de Bogotá, tomando como base la evolución y la concatenación de los hechos que dieron lugar al surgimiento y consolidación del sector, como de aquellos que determinan su estado actual.

Para lograr este objetivo se analizan y procesan en un documento estos factores, cuyo resultado final se ubica en la página virtual de la Junta de acción Comunal del barrio.

En cuanto a las fuentes, se tomarán las correspondientes al momento histórico en el que comienza su proceso de población, junto con los hitos urbanos que determinaron al trazado urbano.  También se toman testimonios de la comunidad, testigo de la evolución del sector.

El resultado es un documento impreso y en archivo magnético, acompañado por la información gráfica y las fuentes de donde se extrajo la información.

EL BARRIO SAN LUÍS DE BOGOTÁ.  HISTORIA.

Por;  GUSTAVO ALBERTO RODRÍGUEZ ALVIS.  ABRIL DE 2009.
Arquitecto historiador.
Barrio San Luis.
Teléfono 2492741.

0.     INTRODUCCIÓN.

El área donde se encuentra el actual barrio San Luís de Bogotá, no corresponde a la que en un comienzo tuviera esta denominación, que a comienzos de la década de 1950, comprendía desde las calles 53 y 63, y entre la avenida Caracas y la carrera y transversal 21.  El área localizada hacia el occidente de este sector, se conocía con varios nombres; barrio municipal, el Divino Salvador, el Campín, el hipódromo y Sears.  De cada uno de estos otros barrios, el actual de San Luís, posee partes y como su formación, estuvo profundamente relacionada con ellos.

Por ello en el presente estudio histórico, necesariamente se hará alusión a todo este conjunto de barrios,  con el que conforma una unidad.  Con respecto del nombre, San Luís, no existe como en la mayoría de los casos una relación directa que una a esta denominación con una precedente; la más posible, que se pusiera a este sector el del santo de  quien hizo la donación de los terrenos para el estadio y propició la urbanización del sector anexo, don Luís Camacho Matíz.

Antes e abordar el tema, es preciso enmarcarlo históricamente,  lo que de manera general y como se verá, nos remite al siglo XVII. De manera precisa, el sector comienza a desarrollarse con el del occidente de  Chapinero, cuando aproximándonos a la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de Bogotá, los eventos conmemorativos y los primeros programas de vivienda de interés social, unidos a la avidez de los potenciales urbanizadores, hicieron que ésta y otras áreas de la Sabana de Bogotá se urbanizaran.

Algunos años después, la “desbandada” de las clases medias que vivían en el centro de la ciudad, generada a partir de los hechos del nueve abril, hizo que el sector se poblara rápidamente. Finalmente, un hito como el almacén Sears, además de  algunas medidas proteccionistas de mediados de la década de 1950, determinaron la consolidación del barrio y de las áreas anexas.

Finalmente, la UPAC, la desaparición de la mayor parte de los fundadores y la ausencia de pertenencia, determinaron el deterioro de buena parte de esta área hasta llegar al estado actual.

1.     LOS ORÍGENES; LA EXTENSIÓN OCCIDENTAL DE  CHAPINERO.

Aún cuando las dimensiones actuales del barrio y del sector que nos ocupan datan de sólo hace algunas décadas, el proceso de segregación de los predios en los que éste habría de localizarse, comenzó mucho tiempo atrás, en el siglo XVII, cuando dentro del  proceso del   mestizaje propio de los dos primeros siglos de la dominación colonial, un artesano gaditano se desposó con la hija de un cacique indígena, cuyos dominios, reconocidos por las cédulas reales, se extendían hasta la localidad de Suba.  Este artesano, -de nombre  Antón Hero Cepeda- era diestro en la elaboración de “zuecos”, o zapatos de planta de madera ideales para las labores del campo, como también para corregir improvisadamente algunas malformaciones de los pies, eran conocidos dentro del incipiente y coloquial léxico de los habitantes de la Santa Fé de entonces como “chapines”. 

El nombre de esta “especie” de calzado, unido al apellido de su fabricante, dio lugar a que se le denominase comúnmente como “el chapinero”.  Su taller, situado en un “cusmuy” en la actual intersección de la carrera séptima con calle 59, - la bomba “el triángulo” de nuestros días, y  entonces parte del camino Real a Tunja- era frecuentado por los habitantes de la alejada Santa Fé, quienes encargaban a este artesano la elaboración de sus “chapines”; tuvo él una nutrida descendencia, y alrededor del cusmuy surgió un incipiente poblado, que finalizando el periodo colonial era ya una comunidad. Hacia el occidente se extendían caminos que lo conectaban con el sur y noroccidente de la Sabana, respectivamente  hacia los caseríos de Engativá, y Suba.

Por aquellos años de agitación social y política, alrededor de la casa que años atrás habitara el personaje que involuntariamente diera su nombre a todo un sector, por iniciativa del señor primo Groot, se levantó una capilla, dependiente como vicaría de la parroquia de las Nieves, sede parroquial que en el año de 1874, por iniciativa del padre Antonio Garzón de la Orden de Predicadores, como del Arzobispo Vicente Arbeláez, se trasladó a la actual localización del templo de Nuestra Señora de Lourdes. (fig.1)

De aquel remoto caserío de chapinero sólo queda un leve vestigio, consistente en una casa que por entonces ocupó el prócer de la independencia Francisco de Paula Vélez.

Finalizando el siglo XIX, con pocos años de diferencia, se trazaron las líneas del ferrocarril del norte y del tranvía municipal, sobre las actuales avenida Caracas y carrera trece.

Estos dos medios de transporte, complementados por los omnibuses de tracción animal, generaron un rápido proceso de poblamiento del sector, donde muchas de las familias de Bogotá se instalaron en casas de carácter suburbano, aquí conocidas como quintas, que entre otras innovaciones involucraron la aparición de los antejardines.  Salvo escasísimos ejemplos, esta tipología prácticamente desapareció del sector. (fig. 3)

Paralela a la aparición de las quintas, vino la del comercio, que se inició alrededor de un primer almacén instalado en la actual intersección de la calle 60 con carrera trece. (fig. 4)
Con el poblamiento de Chapinero, comprendido entre las actuales carrera séptima y avenida Caracas, vino el establecimiento de hitos que propiciaron su desarrollo, como el seminario de la Compañía de Jesús, el Liceo de La Salle la casa de salud de Marly y la capilla de la sagrada Familia. (figs. 5 y 6)

Alrededor de estos hitos, surgidos entre los años de 1880 y 1916, se fueron  consolidando nuevos segmentos urbanos, con lo que se consolidó una especie de ciudad lineal a lo largo, que para la década de 1930 se unió con el centro de Bogotá.  Sus límites por el occidente en pocas partes rebasaban la línea del ferrocarril del norte.
Precisamente las estaciones del ferrocarril, sucedidas a poca distancia en razón del abastecimiento de agua para las locomotoras, se convirtieron en los puntos alrededor de los cuales se generaron los núcleos que vinieron a generar el tejido urbano; en nuestro caso fueron tres los paraderos férreos que propiciaron este proceso; los de Sucre, Quesada y Chapinero.
Estas estaciones, contrario a como pudiera esperarse, dada la tendencia del desarrollo urbano, se localizaban en la margen occidental de la vía, y a su alrededor en su totalidad, crecieron pequeños caseríos. Así, centrándonos en los que nos conciernen, alrededor de la estación de Chapinero, - localizada en la esquina suroccidental de las actuales calle 63 con avenida Caracas y hasta la calle sesenta, surgieron las primeras viviendas, estas no basadas en el esquema de las quintas, sino de las casas tradicionales de la época. (

Algo similar ocurrió hacia el occidente de la casa de salud de Marly que inició sus actividades en el año de 1904, en cuyas proximidades poco después, hacia el de 1910, se consolidó un barrio legal, que contó incluso con una plaza de mercado; a éste  se le denominó como “Quesada”.  Si bien en su mayor parte desaparecido, aún quedan algunos testimonios que da fe de su  antigüedad. (fig. 8)



Este  barrio, que data de la primera década del siglo XX, basado en el ortogonalismo típico de las ciudades de la América española, proyectó hacia el occidente senderos, que como las actuales calles 50 y 51, dieron origen hacia el occidente a alejados sectores poblados, en algunas de las características de sus viviendas se advierten rasgos de aquella época. (fig. 9)


Por su parte, si bien más hacia el sur, el caserío de Sucre, en inmediaciones de las calles 42 y 45 entre carreras trece y séptima, desde antes de 1920 se proyectó como eje urbano, a lo largo de la alameda que conducía hacia la quinta de Palermo, - la actual avenida 42- a cuyo alrededor se consolidó poco después la urbanización obrera el Nuevo Hipódromo, lego denominada Alfonso López.

Hasta este punto, situado cronológicamente durante la década de 1920, hacia el occidente de estos núcleos urbanos continuaban existiendo las grandes haciendas sabaneras, en nuestro caso, originalmente de propiedad de El chapinero y su descendencia, que desde la década de 1930 serían devoradas por una urbe cuyas dimensiones futuras  eran impredecibles.
   
2.     LA HACIENDA DE EL CAMPÍN Y PROCESOS CONEXOS CON SU URBANIZACIÓN.
Retrocediendo en el tiempo, cuando comenzamos esta historia, el sector que nos ocupa, no había sido urbanizado; no se tiene conocimiento de la fecha de cuando “el chapinero” dejó este mundo, mas trascendió su nombre, extendido a las tierras que pasaron a dominio  de sus descendientes; estas tierras sucesivamente se fueron desenglobando, teniendo como límites a los accidentes geográficos, como a los caminos que fueron apareciendo artificialmente para acceder a los predios segregados, que como atrás se dijo, se dirigían por el occidente hacia los caseríos de Suba y de Engativá. 
Así, dentro de una tradición inmobiliaria que por su extensión no es del caso documentar, para finales del siglo XIX, uno de los predios así surgidos, elogiado por la calidad de sus pastos, su topografía plana, como de las vacas productoras de leche, ostentaba en nombre de “El Campín”. 
Esta hacienda de mediana extensión, cuya casa de labores se situaba en la actual intersección de la calle 63 con avenida Quito, a comienzos del siglo XX, llegó a ser propiedad de Don Nemesio Camacho, quien fue gerente del entonces pomposo cargo de gerente del tranvía Municipal de Bogotá  en la década de 1920.   Bajo su gestión llegaron a la ciudad algunos de los primeros coches cerrados, de sección corta, bautizados popularmente como las “nemesias”.
Por esta misma época, (año de 1923) paralelo al río Salitre, - la actual Avenida Quito- con fondos provenientes de la indemnización del Canal de Panamá, la Sociedad Belga de Ferrocarriles trazó el ferrocarril  del nordeste, que próximo al del norte, y con una sucesión de estaciones suburbanas se proyectó desde sus inicios como un eje urbano para la ciudad del futuro. 
Desaparecido Nemesio Camacho, y mediando la década de 1930, a sus hijos pasaron sus bienes, el más significativo de ellos la hacienda de El Campín, que localizada al occidente de Chapinero, pese a estar próxima a áreas que entonces se estaban urbanizando, no era una de las más atractivas, pues las de mayor demanda hacia el norte se localizaban alrededor del hace poco desactivado corredor del ferrocarril del norte, sugerido por el urbanista Brunner como eje principal de desarrollo de la ciudad.  Algo similar sucedía alrededor de la avenida de Chile, donde como hitos principales habían surgido el instituto Pedagógico, el Templo de la Porciúncula y el Gimnasio Moderno.
Finalizaba el año de 1935; con ello se aproximaba la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de Bogotá; con apremio se adelantaban monumentos,  obras públicas y de regularización urbana, la mayor parte de estas últimas bajo la dirección del urbanista austriaco Karl Brunner, llegado a Bogotá en el año de 1933, y contratado por el gobierno de Enrique Olaya Herrera para adelantar principalmente procesos conexos con el saneamiento de sectores urbanos, materia entonces en manos de en su mayor parte,  urbanizadores improvisados.
Dentro de este clima ocurrió un hecho que trascendió incluso dentro de la historia de toda la ciudad  de los últimos años; uno de sus hombres más ricos, Don José Joaquín Vargas, falleció sin dejar descendientes en el año de 1934; sus albaceas descubrieron cómo al abrirse su testamento, - entonces denominado “la mortuoria”-  donó sus bienes, el principal de ellos  la Hacienda de el Salitre, a la Beneficencia de Cundinamarca, con preferencia para destinarlos a obras sociales.
El gobierno de la Revolución en Marcha, (1934-1938) presidido por Alfonso López Pumarejo, que pese a algunas contradicciones se caracterizó ser uno de los escasos progresistas de la historia nacional, como por adelantar obras de contenido social, bajo la gestión directa de el presidente, desarrolló con celeridad las obras para la ciudad universitaria, uno de cuyos edificios principales sería el estadio; allí, como se concluyó en los juegos olímpicos de Berlín de 1936, se desarrollarían los juegos bolivarianos y del Caribe, cuya inauguración estaba prevista para el seis de agosto de 1938, cuando Bogotá arribaría a su cuarto centenario. 
Dentro del plan original del campus universitario, cuyos principales diseñadores fueron los arquitectos alemanes Leopold Rother y Fritz Lange, además del estadio para la Universidad, que se llevó a cabo, estaba contemplado un segundo estadio, -el municipal- que por justificaciones encontradas vino a materializarse en otro lugar, como centro alrededor del cual se desarrolló el sector cuya historia aquí se refiere.
Cabe destacar como por entonces, bajo la gestión de Brunner, se adelantaba el plan regulador para Bogotá, que preveía su desarrollo hasta finalizar el siglo; allí el urbanista planteaba, aparte del eje principal de desarrollo el trazado de tres de curso semi-anular, que con el tiempo habrían de ser las actuales avenidas Quito, 68 y Boyacá.
El primero de estos ejes concéntricos partía de la utilización del trazado del ferrocarril del nordeste, - la actual avenida Quito- previéndose la urbanización del amplio sector existente entre éste y el de la Avenida Caracas.
Con ello, formulado por el primer urbanista que localmente de un modo real intervino y generó decisiones, la pronta urbanización de esta área  era un hecho.
   
3.     EL AVANCE DE LOS PROCESOS DE URBANIZACIÓN
Antes de continuar con la historia del estadio municipal, que vino a generar todo el sector oriental aledaño, es preciso mencionar el proceso de urbanización que avanzaba alrededor de lo que sería el barrio San Luís,  en un principio “urbanización El Campín.  Como ya se dijo, desde el año de 1884 había comenzado a funcionar el tranvía de tracción animal de Chapinero, cuya estación terminal estuvo en un comienzo localizada en la actual intersección de la carrera trece con calle 57; a este lugar también llegaba una línea de omnibuses, también de tracción animal.  Desde allí descendía un camino que comunicaba a  este punto con las estancias localizadas hacia el occidente, y que virando hacia el suroccidente se conocía como el “Camino de Cundinamarca”. 
Con poca anterioridad, mediante otra concesión se había trazado el ferrocarril del norte, a lo largo de la actual avenida Caracas, cuya estación de Chapinero se localizó en la intersección de esta última con la actual calle 63; por esta última discurría una quebrada y un camino paralelo por el que se llegaba a la casa de labores , - no  de habitación- de El Campín.
Como también se dijo, no obstante la limitante física, que para el desarrollo urbano imponía la existencia de la línea del ferrocarril del norte, destinada a servir principalmente a su margen oriental; hacia el occidente de la línea, desde finales del siglo XIX se había generado un incipiente proceso de urbanización, a modo de ciudad lineal, y con extensiones no mayores a los doscientos metros hacia el occidente.  Este proceso se había producido principalmente a partir de hitos precisos, como lo fueron la ya citada estación de Chapinero y el caserío de Quesada, entre las calles 49 y 53, derivado en buena parte de un paradero de omnibuses y de la casa de Salud de Marly, establecida en sus proximidades en el año de 1904.
Hacia el occidente de este último núcleo urbano, y a partir de planes de regularización y de reubicación, propiciados por la alcaldía municipal, se dieron algunos procesos de población, cuyas características eran similares a las de las urbanizaciones populares u obreras de entonces.  Una de ellas fue la surgida en proximidad del estadio hipódromo, del que enseguida se hará la correspondiente referencia, y que por ello se vino a conocer como nueva urbanización el hipódromo.  Allí, en la década de 1930, se produjo un proceso de reubicación de familias del Pasaje Bolívar, por lo que en homenaje al principal impulsor de este proceso se denominó a este barrio Alfonso López.
Más hacia el norte, entre las calles 57 y 63, la extensión occidental de Chapinero se había detenido a la altura de la carrera 15-A, lugar donde se aprecia un verdadero “corte” con respecto del trazado urbano y de las características del loteo que más adelante habrían de surgir. (fig.10)
Por otra parte, hacia el norte de la actual calle 63, en la parte occidental, el barrio obrero del siete de agosto  se  había extendido hacia el sur, con una urbanización a la que se dio el nombre de Benjamín Herrera.  Entre éste y el ya citado barrio Alfonso López sólo mediaba algo más de un kilómetro sin urbanizar; el correspondiente al término occidental del predio de El Campín.

4.     EL ESTADIO HIPÓDROMO BOGOTÁ.
Retrocediendo un tanto, finales de la década de 1920, los espectáculos masivos  eran limitados, siendo los más frecuentes el cine y el boxeo en el Quiosco Olympia; la zarzuela y la ópera en los teatros Municipal y Colón; las corridas de toros, en el antiguo circo de San Diego; el hoy aquí desconocido “Jai.Alai; el polo; los partidos de fútbol en los estadios de La Salle y de la Merced y las carreras de caballos en el hipódromo de La Magdalena.
Este último, situado en inmediaciones de la actual calle 39, al occidente de la  Avenida Caracas, para esta época, cuando en sus proximidades se había urbanizado el barrio de santa Teresita,  ocupaba una porción de tierra “urbanizable”, vista con avidez por los mercaderes de estos bienes, lo que provocó su pronta desaparición.
Algunos de los propietarios de este hipódromo, adquirieron algo más hacia el norte y hacia el occidente, un extenso globo de terreno en donde con diseños del entonces muy joven arquitecto italiano Vincenzo Nasi, y dentro de una estética propia del primer modernismo, (“Modern-Art” on”Art-Nouveau”) entonces en su fase final,  construyeron unas instalaciones, consistentes en graderías, servicios, pesebreras y estacionamientos, abiertas en el año de 1929.  Como escenarios se trazaron dos pistas  de forma hemicíclica, y en medio de ellas, contradiciendo un tanto la debida orientación, una cancha de fútbol.
Desde entonces y por más de dos décadas fue este estadio-hipódromo uno de los escenarios más frecuentados por los bogotanos, como por los escasos visitantes a la alejada ciudad de entonces; uno de ellos, el malogrado cantante Carlos Gardel, aficionado a la hípica, quien visitó este escenario, días antes del accidente fatal del 24 de junio de 1935. Pocas imágenes se conservan de aquel escenario. (fig. 11)


Alrededor de este hipódromo, en especial en la parte sur, se dio un proceso de urbanización, generado a partir de las viviendas de los trabajadores y preparadores de este escenario, lo que como se dijo poco más atrás, fue el origen del barrio Alfonso López.

5.     EL CUARTO CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE BOGOTÁ Y LA DONACIÓN DE LOS TERRENOS PARA EL ESTADIO MUNICIPAL.
Muchos de los hechos relacionados en los capítulos anteriores, se dieron cita alrededor de la proximidad de la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de Bogotá, ocasión para la cual, con la debida anticipación, se comenzaron los preparativos para la efemérides.  Los eventos centrales previstos para esta conmemoración eran la exposición del cuarto centenario y los juegos bolivarianos y del Caribe.   Para la celebración de estos últimos se destinó el estadio cuya construcción se estaba adelantando dentro del campus universitario, quedando pendiente la localización definitiva del estadio municipal, que como atrás se dijo, se había previsto también dentro de la nueva sede de la universidad.
En el desarrollo del proyecto, uno de los hijos de Don Nemesio Camacho, Don  Luís Camacho Matíz, ofreció al alcalde de Bogotá; Jorge Eliécer Gaitán, la donación de la parte occidental de la hacienda de El Campín, para  que allí, además del estadio, se construyeran en el futuro otros escenarios deportivos, como también el vivero municipal. 
Tan generoso ofrecimiento, como lo estipula el respectivo contrato, estaba condicionado a que, de no llevarse a cabo con prontitud alguno de los escenarios propuestos, se anularía la donación.  Esto motivó el decidido respaldo del alcalde, lo que chocó con las instrucciones presidenciales, tendientes a construir el estadio municipal dentro del campus universitario.
Así, pese a la intempestiva salida del alcalde, ocurrida en el año de 1937, pudo más su voluntad que la del presidente López, quien consideraba la localización del estadio en los predios de El Campín como nociva, y muy alejada o a “extramuros de la ciudad”.  Este escenario, proyectado inicialmente por Leopold Rother, fue pre-inaugurado a finales de aquel año.
La inauguración oficial quedó prevista para el seis de agosto del año siguiente, lo que no se cumplió, pues aquel día quedaron abiertos los juegos bolivarianos en el estadio universitario; de todas maneras, cuatro días después, el día diez, con el – entonces- “juego” de fútbol entre Colombia y Ecuador, fue inaugurado oficialmente este escenario.   Aquí es preciso destacar cómo su capacidad original era de diez mil espectadores; fueron los ingenieros calculista Federico Leder Muller,  constructor Rafael Arciniegas, e interventor Alberto Dupuy.


6.     EL INICIAL ESTADIO,  LAS VIVIENDAS PARA LOS EMPLEADOS MUNICIPALES Y LAS GRANDES URBANIZACIONES DE EL CAMPÍN Y EL SALITRE.
Hallándose al frente de la recién creada oficina de planeación municipal el urbanista Karl Brunner, no medió un mayor lapso de tiempo entre la cesión de estos terrenos y la confección del diseño y del plan urbano en el cual se insertaría el nuevo escenario deportivo.  Este, no se limitó a la sola localización del estadio, sino que contempló el diseño de un vasto sector aledaño, compuesto además del hipódromo por la urbanización El Campín, al occidente de la cual se localizaría otra de características similares aunque de mayores dimensiones, a la que se llamaría ciudad Salitre.
En el diseño de ambas, que en conjunto planteaban una unidad, el urbanista hizo uso de una serie de diagonales y vías concéntricas, que con anterioridad localmente raramente se habían utilizado. (fig.12)

De este plan sólo habría de llevarse a efecto la parte oriental, que además del estadio comprendería los barrios San Luis, Banco Central Hipotecario y El Campín.
La primera etapa de este proyecto urbano consistió además del estadio y su entorno inmediato, en el trazado del barrio para los empleados municipales; en este último Brunner, recurrió a una curiosa conceptualización del ortogonalismo local, atenuado con diagonales en las esquinas para facilitar el tránsito vehicular, como también sugirió la tipología por él bautizada como de “casas bogotanas”, consistente en la utilización de la arquitectura tradicional con muros blancos y teja de arcilla, en la que se manifestaban algunas innovaciones, como unas mayores áreas de ventanería y elementos de hierro procesados industrialmente. (figs.13 y 14)
Estas casas para los empleados del municipio, junto con el nuevo estadio, finalizados en el año de 1937, iniciaron el proceso de urbanización y poblamiento de todo este sector, lo que tuvo lugar durante la década siguiente y los primeros años de la de 1950.

7.     LA AVENIDA DE LAS PALMAS Y LOS PARQUES DISEÑADOS POR KARL BRUNNER.
El urbanista Karl Brunner, quien con escasas ausencias permaneció en Colombia desde el año de 1933 hasta el de 1949, pese a los profundos nexos que lo habían unido con Bogotá, donde acaso deseó establecerse definitivamente, debió de regresar a su país de origen en este último año, llamado por la municipalidad de Viena, para atender la reconstrucción de sectores de esta ciudad, afectados por los bombardeos aéreos de la segunda guerra mundial.
Algunos de sus proyectos fueron concluidos según sus indicaciones, mientras que otros se vieron modificados por parte de quienes los llevaron a efecto luego de su ausencia.  Una de sus últimas sugerencias fue la de dotar a la calle 57 con plantas ornamentales, similares a las que utilizara años atrás en otros de sus proyectos desarrollados en Cuba y en Chile, como lo eran las palmas de gran talla, aplicación un tanto exótica si observamos proviene de un urbanista proveniente del centro de Europa, en donde  las avenidas se adornaban copn los invariables “tilos” y “plátanos”.
Tan exóticas como en el centro de Europa resultaban las palmas sugeridas para adornar el separador de la calle 57 de Bogotá, ciudad ésta en donde excepción hecha de algunos pocos  casos, plantas de este tipo  no se habían adaptado.  Esto se acentúa si vemos cómo la especie sugerida fue la de la palma “Fénix”, originaria de las Canarias, islas atlánticas de suelo volcánico, donde imperan condiciones climáticas del todo diferentes a las de la Sabana de Bogotá.
Por imprevisión, o acaso previendo un no escaso desarrollo para estas palmas, se sembraron en unas estrechas materas de piedra bajamente ligada, lo que hizo que cuando la mayor parte de aquéllas creció, sus raíces reventaron a sus recipientes, cuya sustitución, que más adelante se ampliará, provocó la muerte de algunos de estos ejemplares, que más exóticos que nunca, hoy ofrecen una impronta única a miles de kilómetros de su lugar de origen. (figs. 15 y 16)  Fig.15.




Se hace la anotación de cómo pocos años después, hacia 1955, al urbanizarse los terrenos del Country Club, en la calle 85 se sembraron estas mismas palmas; ninguna de ellas sobrevivió, como si algunas sembradas hacia el año de 1959 en la avenida Eldorado, hoy amenazadas por las obras que allí se adelantan.   Al aludir a esta emblemática avenida de sólo un kilómetro de longitud, - la calle 57- su origen está vinculado con las estación del tranvía, situada sobre la carrera trece, y un predio de propiedad de la compañía norteamericana operadora del ferrocarril del norte.   En este último lote, adquirido por el municipio de Bogotá, entre los años de 1935 y 1936, durante la gestión de Julio Ortíz Dávila, se construyó la sede para la escuela municipal de comercio, hoy Centro Educativo Distrital Manuela Beltrán. (
Sobre las aceras, en contraste con las palmas fénix, se plantaron  árboles de mediana talla de una especie nativa, conocida como “falso pimiento”.

Las demás zonas verdes proyectadas por Brunner; los parques San Luís y Lleras, además del triángulo y de la glorieta de la calle 59, se plantearon en los primeros como áreas verdes alrededor de puntos elevados en el centro, de lo que no quedan vestigios; algunos de los rasgos originales los conservan el parque San Luís, el triángulo y la glorieta, mientras que del parque Lleras, intervenido bárbaramente en el año de 1971, nada queda de su aspecto original.

En cuanto a la arborización planteada para estos parques, en los dos mayores consistía ésta en urapanes en el perímetro y árboles nativos de mediana talla, -los falsos pimientos-  sobre las calzadas internas.
En el parque el triángulo, - antiguo parque Gamma- se plantó un ejemplar único de araucaria, especie de difícil aclimatación en Bogotá.

En cuanto a la arborización planteada para los separadores de las demás vías principales, consistió ésta principalmente en el empleo de urapanes y de coníferas de gran talla, muchas de estas últimas taladas sin mayores justificaciones durante la administración de Enrique Peñalosa.
Cabe destacar cómo todos estos árboles, fueron inicialmente plantados dentro del vivero municipal, hito olvidado, cuya localización coincide con la del actual club de tenis El Campín.   En frente de éste, la intersección planteada por Brunner de la carrera 24 y la avenida Cundinamarca dejó espacio para un angosto parque. 
8.     LOS CONJUNTOS DE CASAS DEL BANCO CENTRAL HIPOTECARIO,  DE LA COOPERATIVA DE HABITACIONES Y OTROS.  SU EFECTO SOBRE LA PARTE NORTE DE LA CALLE 57.
En el año de 1940 el Banco Central Hipotecario, bajo la dirección de Julio Eduardo Lleras, emprendió la construcción de una serie de viviendas en un predio aledaño al estadio hipódromo de la calle 53.  Con base en tres tipologías muy similares se llevó a cabo esta urbanización. .


Por la misma época una entidad de carácter mixto, la Cooperativa de Habitaciones, que había desarrollado algunos  proyectos de vivienda serie, edificó en nuestro sector dos grupos de viviendas; el primera de ellos al occidente de las casas del Banco Central Hipotecario, sobre la carrera veinte, y la segunda, hecha entre los años de 1946 y 1947, en frente del vivero municipal, sobre la futura transversal 24, - hoy 25-.

Entre la primera etapa de las viviendas desarrolladas por la cooperativa de habitaciones y las de empleados municipales, quedó una franja urbanizada, que rápidamente se pobló; este hecho propició un proceso análogo en el costado norte de la calle 57, que fue denominado por los urbanizadores, Ospina & Cía, urbanización  San Luís.  En este último las tipologías, tanto de lotes como arquitectónicas fueron más variadas, dependiendo en su mayor parte de la iniciativa de quienes allí adquirían estos predios, en un lugar por entonces considerado como privilegiado y susceptible de adquirir un elevado valor agregado, hecho comúnmente conocido como “valorización ”.   Los lotes mejor localizados fueron adquiridos hacia el año de 1951 por el Consorcio de Cervecerías Bavaria S.A, para venderlos a los empleados de cargos directivos.  También la Policía Nacional adelantó un grupo de viviendas para oficiales.(figs. 29 y 30)  Fig. 29.



Dentro de esta porción norte, que coincide con la actual extensión del barrio, sólo se llevó un plan de casas seriales, al occidente de la carrera diecisiete sobre la calle 58, que al parecer fue ejecutada por la ya citada Cooperativa de Habitaciones. (fig.31)   Fig. 31.



El resto de esta porción, situada entre la calle 57 y la avenida 63, -actual diagonal 61-C- entre carreras 17 y 21, salvo excepciones, se caracterizó por amplias viviendas inscritas dentro de la estética del primer modernismo, que fluctúa entre las copiosas imitaciones de arquitectura inglesa, pasando por la conceptualización moderna de la arquitectura de la sabana, hasta llegar al racionalismo. Muchas de éstas están consideradas como de interés cultural. (figs. 32, 33 y 34)

También fue notorio el empleo del ladrillo a la vista, en aquellas residencias edificadas por familias de buen poder adquisitivo, entre quienes figuraban no pocos políticos y miembros de la administración pública.
Se consolidó así una tipología estética muy aproximada a la surgida en otros barrios contemporáneos de características similares como los del Recuerdo y la Soledad. (figs 35 y 36)


Con la década de 1950 llegó el auge del racionalismo, manifiesto en el aminoramiento de las alturas, las grandes superficies de cristal, las columnas cilíndricas y las audacias estructurales posibilitadas por el concreto armado en secciones cada vez más delgadas.  Si bien esta tipología estética no llegó a caracterizar plenamente el sector, si lo hizo su presencia sobre vías como la carrera 21 y la transversal 24; y la parte comprendida entre la antigua avenida 63 y la calle de esta misma nomenclatura, y el sector occidental del actual barrio. (figs. 37 y 38)  Fig. 37.

Esto mismo se hizo manifiesto con mayor énfasis en la parte adyacente hacia el sur conocida inicialmente como Sears. (figs. 39)

9.     LA PARROQUIA DE EL DIVINO SALVADOR.
Dentro del proceso de poblamiento del barrio y del sector que nos ocupan, además de otros, un hito en particular lo propició, como lo fue la construcción del templo y la creación de la Parroquia de El Divino Salvador.
La relativa proximidad del inicial conjunto de casas para los empleados municipales al templo de Chapinero, determinó que en un comienzo los vecinos no requirieran de una sede parroquial, mas el rápido poblamiento del sector motivado por la construcción de las casas del Banco Central Hipotecario imprimieron una nueva dinámica al sector, que pronto requirió de espacios públicos, como de obras de equipamiento comunal.  Esto propició que espacios tales como los parque Lleras y san Luís se terminaran, y surgiera la sede parroquial. 
Desde cuando se hizo el diseño inicial de la gran urbanización de El Campín, Karl Brunner había sugerido como sede para la Parroquia y  centro dotacional a la manzana situada entre las calles 56 y 57 y las carreras 17 y 18.  En la esquina suroccidental de aquella manzana con aportes de la comunidad, en el año de 1946 se levantó una capilla, donde un sacerdote investido con funciones de vicario celebraba algunos oficios religiosos; la edificación era deficiente y la comunidad requería de una sede permanente, por lo que la Arquidiócesis de Bogotá presidida por Monseñor Ismael Perdomo erigió esta comunidad en parroquia en agosto del año de 1948.
Dada la magnitud de la población, como las dimensiones y la importancia  del sector, no se designaron miembros del clero secular para presidirla, sino a una comunidad religiosa; la de los sacerdotes alemanes del Divino Salvador, - Sociedad del Divino Salvador-  de regla dominicana, fundada en Alemania en el año de 1874 por el Padre Francisco María de la Cruz Jordán.

Los primeros miembros de esta comunidad habían arribado a Colombia pocos años antes, estableciéndose en un comienzo en la ciudad de Barranquilla, y para hacerse cargo de la parroquia que se les había asignado en Bogotá, fue encargado el Padre José Gierer, quien de inmediato se dio a la tarea de construir el templo parroquial.  Para este último propósito contrató a la firma constructora “Urigar”, quien con aportes conceptuales del Padre José, como de otros miembros de la Comunidad Salvatoriana, diseñó un amplio conjunto de inspiración modernista, consistente en un gran templo de tres naves, la sacristía, la sede parroquial, el noviciado, un teatro y el patio central.  Existió un primer proyecto, representado en una de las publicaciones de la época, que difiere en  algunos puntos con el resultado final, aún cuando el concepto es el mismo.
El comienzo oficial de las obras tuvo lugar el día 14 de marzo de 1948, cuando el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá, Monseñor Emilio de Brigard Ortíz bendijo la primera piedra del templo.

La magnitud del proyecto no hizo que la obra se dilatara, sino que por el contrario, el impulso dado a éste por el padre José y la activa participación de las familias de la comunidad, hicieron que para finales del año de 1953 se diera al culto el templo.  
Muchos fueron los comentarios con respecto de sus características, que anunciaron en toda la ciudad el surgimiento de una nueva estética religiosa;  llamaron la atención  del público los siete arcos  parabólicos de la nave central; los diseños del púlpito,  del presbiterio y de los vitrales, como también los doce apóstoles en actitud vigilante, - hecho inédito- y más que nada el Cristo glorioso, emblemático de la resurrección-  que preside el frontón.

Esta imagen del hijo del Padre resucitado, monocromático, vigoroso, y coronado a la manera de un  rey, en actitud triunfante luego de con su resurrección haber vencido a la muerte, ofreció una interpretación del todo opuesta con respecto de la tradicional del Cristo flagelado,  vencido por el suplicio, tan usual en nuestro medio a partir de las imágenes elaboradas desde el periodo colonial, cuya intención era  más que  la de atemorizar a los fieles; esta nueva interpretación  suscitó por cierto comentarios no muy afortunados, que condenaban la actitud vital de la imagen. 
Pese a esto último el mensaje que transmite este Cristo vencedor y su concepto son válidos;   en años más recientes,  con otras implicaciones anexas, este concepto, anticipado al Concilio Vaticano II,  fue seguido; sin exageraciones puede afirmarse que esta representación, junto con la de las dos figuras menores dispuestas a su lado; María, su hermana y el discípulo Juan ante la cruz, anunciando el Evangelio, fueron las primeras dentro de una concepción  moderna  local del misterio de la muerte y la resurrección de Jesús, e indiferente del espacio donde se hallen, poseen un alto contenido expresivo y simbólico.
Dentro de quienes más aportaron para el diseño final del templo, se encuentra la figura del sacerdote y artista Salvatoriano Ivo Schleibe, quien precisamente diseñó el tríptico del Cristo glorioso, además del fresco de sección paraboloide que relatando escenas bíblicas, culmina en el vértice con la Santísima Trinidad. Son también de su autoría, la mayor parte de los vitrales, los frisos del viacrucis y el mosaico que preside el acceso principal, donde campea la inscripción bíblica, “Quíta las sandalias de tus pies que el lugar en que estás esta es Tierra  Santa”.

También, - dada la variedad de las disciplinas en las que era diestro el Padre Ivo - son atribuibles a él los diseños de los calados de concreto del acceso principal, de los inferiores a los vitrales; la decoración del púlpito, como también las piezas de ornamentación de este último,  del acceso principal y de la campana compuesta que anuncia el ingreso del celebrante.
Otro de los artistas que aportó al conjunto fue el pintor y  muralista Antonio Izquierdo, quien elaboró las imágenes externas grabadas en concreto en bajo relieve de María, la Madre del Salvador con Jesús niño, junto con los querubines postrados a sus pies que exhiben los escudos de la Orden Salvatoriana y el de Bogotá, imágenes posteriores  a la sacristía, como también   la del evangelista, - al parecer Juan – portando la buena nueva en uno de sus brazos, donde se destacan  los símbolos  del alfa y del omega. 
Esta imagen se sitúa en la esquina nororiental del conjunto; ambas obras – con la anterior-  están  impregnadas del sobrio expresionismo característico del conjunto, como de  las demás obras que se hallan su interior.

De este artista también es la acuarela que identifica a la imagen idealizada del Divino Salvador, representación emblemática de la Parroquia, expuesto  en la capilla de oración anexa al acceso principal.
De este templo también se destacan el órgano y las campanas, - cada una con su denominación y nota- respectivamente unos de los más grandes de la ciudad.
De estas últimas es significativa la estructura metálica que las soporta junto con el mecanismo que las acciona combinado con el reloj, instalados en el año de 1961.
Algunos años luego de la apertura del templo,  hacia 1960- se dio al servicio el cine Santa Fé, que hoy convertido en teatro fue por años uno de los más representativos cines “de barrio” de la ciudad. .

En el interior del templo muy pocas han sido las modificaciones hechas desde su conclusión; algunas de éstas las lámparas de iluminación, (1964) los zócalos de mármol (1971) y los parlantes y el equipo de sonido, remplazados recientemente.
Sobra añadir cómo las reformas en la liturgia planteadas durante el Concilio Vaticano Segundo, hicieron que el altar se desplazara desde la base del frontón hasta la posición actual, lo que contrario a otros casos no precisó de reformas en el presbiterio.
El desempeño al frente de la Parroquia del Padre José se prolongó hasta el año de 1971, cuando inició otro proyecto que más adelante se referirá, siendo reemplazado por el Padre Tulio Duque.
Todo este conjunto, concluido hace más de medio siglo, luce por su sobriedad  e intemporalidad.

10.                         NACE EL PRIMER SUPERMERCADO.

En aquel mismo año de 1953, cuando se abrió al culto el templo de El Divino Salvador, dentro de la Bogotá precedente, que corresponde a la primera mitad del siglo XX, uno de los almacenes tradicionales donde se adquirían “ultramarinos” y productos frescos de primera calidad era El escudo Catalán,  fundado en el año de 1905 por el desde luego catalán Don José Carulla Vidal en la Calle de Florián, - la carrera octava- y que con el avance de los años  contó con varias sucursales; la situada más hacia el norte, en el barrio de Teusaquillo, dejaba se observar algunas innovaciones en cuanto a la exhibición de los productos, alineadas dentro de los conceptos tradicionales del mercadeo. 
Para finales de la década de 1940, la cadena de almacenes era administrada ya por los hijos de Don José, quienes habían advertido la evolución de las formas de mercadeo en el exterior.   Uno de ellos, Jorge, había adquirido un lote en el entonces en proceso de urbanización barrio de El Campín, sobre la calle 57,  cuando las palmas fénix plantadas en el separador apenas sobresalían el nivel de las materas de piedra; allí, en aquel lote valiéndose de un crédito comenzó a levantar la sede de lo que sería el primer supermercado del país. 
Para  incursionar en esta novedosa modalidad, contrató la asesoría de una cadena mexicana de supermercados; los productos estarían dispuestos en muebles abiertos, donde los compradores los podrían seleccionar directamente, concepto del todo diferente al “mostrador” y el concurso del “dependiente” dispuesto tras él. Quien únicamente tenía acceso a los productos exhibidos.
Con celeridad se llevaron a cabo las obras, y  así, en la mañana del 29 de julio de 1953, con la asistencia de las autoridades civiles y eclesiásticas, como de Don José, - el fundador de el Escudo Catalán- quien habría de fallecer al año siguiente, abrió sus puertas este primer supermercado, que en su fachada ostentaba además del óvalo que desde entonces ha identificado a la compañía, las palabras “self-service” y “mercado americano”. 
Sobra resaltar la gran trascendencia, -por cierto poco considerada hoy- que habría de tener esta modalidad que insospechadamente así surgió en esta reducida edificación del entonces en consolidación barrio de El Campín.
11.                        EL FIN DEL ESTADIO HIPÓDROMO Y EL COMIENZO DEL ALMACÉN SEARS. CONSOLIDACIÓN FINAL Y DETERIORO DEL SECTOR.

Comenzando la década de 1950, el sector quedaba inmerso en el trazado urbano; las partes pobladas a partir de las que se formó se habían integrado, y eran cada vez menos allí las áreas sin edificar.  Los efectos psicológicos en el público y de especulación generados a partir de los hechos del nueve de abril  habían explotado, y la fértil Sabana de Bogotá comenzaba a ser devorada por un proceso del que falta poco para concluir.

Pese a  haber sido puesto en funcionamiento dos décadas atrás, el estadio hipódromo  con sus instalaciones adicionales resultaba el único punto del sector ajeno al proceso de urbanización y a la subsiguiente   especulación de los terrenos sin construir.

En aquellos años, el estadio municipal había sido ampliado sucesivamente, siendo su capacidad de 25.000 espectadores para el año de 1948.dos años después, siendo alcalde Fernando Mazuera se hizo una notoria ampliación del escenario, consistente en agregar la tribuna occidental.


Esto motivó que durante dos años se trasladaran los  eventos deportivos al estadio de la Universidad Nacional; la reapertura del Campín tuvo lugar con los encuentros entre los equipos de Millonarios y el Real Madrid, que se celebraron los días 5 y 9 de junio del año de 1952.

Por aquel entonces, la firma norteamericana de Sears Roebuck & Co, inicialmente extendida hasta Cuba, dentro de la expansión económica de la nueva potencia ascendida luego de la segunda guerra mundial, había abierto un primer almacén en Colombia en la ciudad de Barranquilla; desde allí proyectaba expandirse hacia Medellín, Cali y desde luego a Bogotá.

Esta compañía buscaba instalar aquí un gran almacén dentro de un área de expansión y alta valorización urbana, acordes con las características de la oferta  por departamentos, además de servicios   complementarios como estación de servicio y cafetería..  Así, luego de desechar otras opciones, los agentes de la compañía determinaron adquirir el predio del desactivado estadio hipódromo Bogotá   

En junio e 1954, con amplio despliegue publicitario, el esperado almacén Sears, junto con la estación de servicio y la cafetería de tipo  “americano” abrió sus puertas; desde entonces y hasta el año de 1976 fue el más concurrido almacén por departamentos de la ciudad, como el lugar obligado donde en los meses de diciembre se plantaba un gran pino natural adornado.

El almacén Sears determinó la conclusión  del proceso de urbanización y poblamiento del sector; a su alrededor surgió una arquitectura identificada con el final del racionalismo de la década de 1950 y con el comienzo de la siguiente.

Mas así como hechos ya relacionados que como el cuarto centenario de la fundación de Bogotá y los efectos del nueve de abril de 1948 propiciaron el desarrollo del sector, otros, originados en la década de 1970, habrían de motivar su deterioro.

Como en su momento ocurrió con el área, que previo a su urbanización nos ocupa, los propietarios de terrenos unidos con quienes participaban en la administración municipal, observaban con avidez como el avance de la urbe se aproximaba a sus posesiones, y desde luego propiciaron medidas legales tendientes a acelerar este proceso.   Así, cada vez más hacia el norte se hicieron réplicas, que adaptadas a la estética arquitectónica del momento, y que bajo el falso precepto de obtener una mayor “valorización”, movilizaron hacia otros lugares a la población aquí asentada hace sólo dos décadas.

La U.P.A.C, sugerida por el economista Lauchlin Currie, para dinamizar a  una economía limitada por medidas proteccionistas, pese a sus efectos sociales, - para la población negativos- tuvo a nivel macroeconómico otros positivos, que se tradujeron en una gran acumulación de capitales, que vertidos principalmente en las ciudades, se concentraron en la industria de la construcción.

Así, a partir de dicho esquema, se edificaron millones de metros cuadrados, principalmente para los segmentos sociales medios, que migraron desde los lugares donde se habían establecido, hacia los ahora ofrecidos como más seguros y susceptibles de adquirir una pronta valorización.   Los barrios consolidados que atrás quedaron fueron convertidos por los antiguos y los nuevos propietarios en sectores para adquirir renta, siendo utilizados para, sin considerar las mínimas normas urbanas, alojar inquilinatos, oficinas y depósitos, con las consecuencias previsibles.

En nuestro caso, el comercio establecido irregularmente se estableció a partir de la avenida Caracas a lo largo de la calle 57, desde donde descendió el deterioro ya ´patente sobre Chapinero. (figs. 54 y 55)

Hacia el occidente de la carrera 17, avanzó a lo largo de la primera de las vías mencionadas como de las calles 53 y 63.

Con las mismas características de deterioro, desaparición de los antejardines y contaminación visual, después ocurrió con la carrera 21 hacia el sur de la calle 57, y con la transversal 23 al norte de esta última.
La tendencia a deteriorar los barrios de uso residencial, además de las aquí  referidas, y por de algún modo llamarlas, “justificaciones” de carácter económico, implicó el aquí tradicional desprecio por el pasado, con las consecuencias que a causa de ello pueden preverse.

12.                         OTROS HITOS INCIDENTES. ALMACENES, CINES  Y OTROS.

Es así como a nivel general, hitos como el estadio municipal, el hipódromo, y los almacenes Sears y Carulla, otros, en buena parte desaparecidos, intervinieron en este proceso.  Comenzando con los puntos de abastecimiento, - las plazas de mercado o “galerías” cerradas -  localizadas en la periferia, hubo una primera, instalada desde cuando el ferrocarril del norte recorría el actual trayecto de la avenida Caracas a modo de pasaje, y que finalizando la década de 1980 fue privatizada.


En la década de 1950, dentro del marco de los esquemas de abastecimiento derivados del proteccionismo interno promovido por la administración de Gustavo Rojas Pinilla, en asocio con la promoción de obras públicas que caracterizaron a las sucesivas alcaldías de Fenando Mazuera, se construyeron aquí dos de estos centros de abastecimiento igualmente privatizados; las de “San Luís” sobre la calle 63, - hoy almacén Olímpica, y “Bacatá”,  como equipamiento de la urbanización Sears.

Pasando a los establecimentos comerciales, en un comienzo aquí casi inexistentes, se limitaron en un comienzo a escasos locales, algunos de los cuales subsisten con el aspecto que tuvieron hace casi siete décadas. (fig.61) Fig. 61.

Algunos instalados posteriormente de ellos fueron por su escasez significativos, como el construido anexo al almacén Sears, en el año de 1956, sede del Banco Popular.

Sobre la calle 57, por años funcionaron  las panaderías “Real” y “Bucarica”, - famosa esta última  por sus empanadas- y  a donde concurría una nutrida asistencia los domingos, a la conclusión de las misas.  De la existencia de ambas no quedan evidencias.

En la intersección de la calle 57 con carreras 17 y 18, funcionaron por décadas las tres primeras farmacias del barrio, respectivamente Electra, 1950 y Capri; en sus locales hoy funcionan otros negocios.

Más al occidente, en el año de 1968, con la asistencia del alcalde mayor Virgilio Barco, se inauguró el almacén I.N.A, - luego IDEMA, en un lugar del que no queda la más mínima  referencia de su existencia.

Así como el cine Santa Fé, situado dentro del conjunto del templo parroquial, sirvió como fuerte aglutinante social no sólo de las sesiones de cine doble, sino de reuniones de vecinos que dieron entre otros origen a la Junta de Defensa Civil, otros dos escenarios lo hicieron en su momento; los desaparecidos cines de El Escorial y San Luís, el último de éstos hasta donde hace poco funcionó un supermercado.

Otro tanto ocurrió con las instituciones escolares, las más significativas en su momento los colegios Real y Antonio Nariño, establecidos desde la década de 1950.


Finalmente, la parroquia del Divino Salvador, se escindió en dos, pasando a ser su parte occidental la de la Madre del Salvador, hecho promovido por los vecinos del sector finalmente urbanizado, conocido como “el Coliseo”, y en donde de nuevo fue el principal protagonista el padre José Gierer.  En un comienzo fueron misas campales, celebradas en el último de los espacios públicos aquí surgidos.


Desde comienzos de la década de 1960, como vicaría se edificó una pequeña capilla, asignada a la comunidad de los redentoristas, fundada por el Santo y Doctor de la Iglesia San Alfonso María Ligorio.   En su exterior se construyó el templo de san Gerardo Mayela, abierto al culto con su aspecto actual en el año de 1971. 

13.                        BUSES, TROLEBUSES Y MICROBUSES.
Así como atrás se afirmó, el ferrocarril del norte y el tranvía de Chapinero, generaron el poblamiento del sector, las rutas de transporte público compuestas por buses, “microbuses”, “busetas” y trolebuses, intervinieron en ello.  Comenzando con los primeros, la ruta número cinco servida ´por la empresa Sidauto, extendida hasta el barrio del 20 de julio, tenía su terminal en la intersección de la calle 50 con carrera 26.  A ésta siguieron las de la misma compañía, número siete, “Muzú-Tejar” y “Estrada”, de la compañía de buses blancos, como también “Rionegro” de los buses rojos..  Estas rutas, decreciendo, y situándose progresivamente hacia las carreras 30 , 17 y avenida Caracas, con buses “Suaurer”, “Leyland” y “Fargo”, funcionaron hasta el año de 1985, cuando sólo circulaba la ruta de Sidauto “20 de julio-Simón Bolívar”.
Los “microbuses”, especie surgida a partir de las camionetas Volkswagen habilitadas para el transporte público desde mediados de la década de 1950, fue continuada a mediados de la siguiente con los coches producidos por Colmotores bajo la marca “Austin”.   Estos sirvieron a la actual ruta de la Alquería- Benjamín Herrera, hoy número 128, la más antigua que cruza por el sector.  Desde el año de 1969 funcionó la ruta Nuevo Campín-Germania, de Rápido Pensilvania, con equipos motrices Auto Unión Mercedes-Benz, además de otros de procedencia española, (“Avia” y Saba”) y de Europa Oriental, (“Moscowwitz” y “Warszaba”)
El trolebús, despreciado por los políticos por “menoscabar” los grandes intereses  de los grandes monopolios del transporte, que involucran además de los vehículos, combustibles, partes y hasta seguros, no podía estar ausente dentro del proceso de consolidación de un barrio como el que nos ocupa.   Finalizando la década de 1950 se tendió a lo largo de la carrera 17 la ruta “San Isidro- Doce de octubre”, servida por trolebuses de procedencia canadiense.  En el año de 1965, la Empresa Distrital de transportes Urbanos, creada como sucesión de la del tranvía, tendió a lo largo de la carrera 24, la transversal del mismo nombre y la 23 la ruta hacia el Minuto de Dios, con terminales en el sur sucesivamente en los barrios Restrepo, San Carlos y Quiroga.
Dentro de la corrupción estatal la empresa sobrevivió hasta el año de 1991, cuando su liquidación fue ávidamente reclamada por Andrés Pastrana.   Los últimos trolebuses fueron los “ZIU”-112 y 117 E.M de fabricación soviética, y los DAC 112 y 117, rumanos.
De la misma empresa distrital fueron los buses Diesel conocidos comúnmente como “municipales”, y cuya ruta terminaba en frente del estadio.  Con equipos White, Man, Deutz, Mack y Pegaso, y por las calles 53 y 57 circularon hasta poco antes de liquidarse la empresa.
Hoy son muchas las rutas de transporte público que circulan por el sector, y que contribuyen al considerable grado de contaminación  que lo caracteriza.

14.                         EFECTOS DEL CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL DE BOGOTÁ; LA NUEVA CALLE 57 Y LA AMPLIACIÓN DEL ESTADIO DE EL CAMPÍN.

Retrocediendo en el tiempo como lo precisa un estudio de este tipo, alrededor de la celebración del congreso eucarístico internacional de Bogotá, cuando por primera vez arribó a la ciudad un Papa,  muchas transformaciones físicas ocurrieron en Bogotá.  A ellas no fue ajeno el actual barrio San Luís y su entorno, situados a dos kilómetros del lugar donde tuvieron lugar los actos masivos que presidió el pontífice.  En dicha ocasión, y en buena parte por sugerencias hechas por la Junta de Defensa Civil del Divino Salvador, se dotó a la hasta entonces oscura calle 57 de alumbrado de mercurio, con lámparas capsuladas dispuestas sobre postes de concreto sobre el separador central

En aquella ocasión, -sin estudios sobre sus efectos- se sustituyeron las materas de piedra de las palmas, remplazadas por otras de concreto con refuerzos en varillas dispuestas en anillos.  Esto último provocó la muerte de algunos de los ejemplares menos desarrollados, como el rápido deterioro de los nuevos recipientes, que reparados bajo el mismo diseño errado, finalmente debieron de ser remplazados por otros más bajos, con refuerzos dispuestos prioritariamente en sentido contrario del inicial.

Con la llegada de la luz de mercurio, la calle 57 en las noches cobró otro aspecto, diferente del anterior, cuando las escasas lámparas incandescentes dispuestas sobre postes de madera intentaban disipar las tinieblas.

Por aquellos mismos días, con la presencia del alcalde, luego presidente Virgilio Barco Vargas, fue abierto al público a unos metros del templo parroquial el almacén “INA”, derivado del programa de abastecimientos, sugerido por los programas de la Alianza para el Progreso.

15.                          DETERIORO Y RENOVACIÓN; GALERÍAS. LOS ÚLTIMOS AÑOS.
Como atrás se dijo, de la mano de la UPAC, como del comienzo de la desaparición de la primera generación de pobladores del barrio,  desde la década de 1970 se hizo aquí presente el deterioro, que afectó las características iniciales con la cuales fue este diseñado.  Ya en la década siguiente, algunas de las grandes casas fueron demolidas, siendo remplazadas por edificios multifamiliares, añadiendo un nuevo perfil urbano.   Este hecho también ha motivado la aparición de una nueva generación de pobladores, en un entorno urbano conformado principalmente por personas mayores.
Dentro de un proceso político y económico involutivo, contrario al ocurrido durante la década de 1950, la compañía Sears Roebuck, comenzó a cerrar sus almacenes abiertos en centro y sur América.  Luego de las indemnizaciones del caso hechas a los empleados, representadas en parte por activos, quien fuera el último gerente, el ciudadano ecuatoriano Juan Manuel Roca tuvo la iniciativa de convertir parte del almacén en centro comercial, conservando parte de éste, que pasaría a tomar la denominación de “Galerías”, término asimilable entre nosotros a sucesión de reducidos locales comerciales, y más propiamente a plaza de mercado.
Algunos años atrás, en el año de 1974, ya la compañía había vendido parte del estacionamiento occidental donde se construyó el almacén Carulla, reformado sucesivamente en los años de 1987 y 2000 hasta adquirir su aspecto actual.
El almacén Sears fue sustituido por otro algo menor que se llamó Galerías, el cual fue adquirido en diciembre de 1991 por la firma Grajales, pasando a llamarse Casa Grajales y luego Casa Estrella; a comienzos del año 2009 este fue vendido a la firma chilena Falabella.
También muy reciente, - diciembre de 2007- es la apertura del centro comercial Plaza 54, en el lugar que ocupó la estación de servicio Sears.
La compañía estuvo presente hasta el año de 1987, cuando dejó como testimonio las mejoras hechas a los parques Bacatá y El Coliseo; en este último dejó una placa conmemorativa que fue hurtada recientemente.

Así llegamos a nuestros días, a comienzos del siglo XXI, y sólo resta mencionar los últimos hechos que han incidido sobre el barrio; uno de ellos el nada benéfico de las “troncales”, que desde  el año de 1987 fueron impulsadas por  el entonces concejal Andrés Pastrana.
También de los últimos años es la última versión del estadio y de la calle 57, -1998-2000- inscritas dentro de la estética neoliberal que impuso a la ciudad el alcalde Enrique Peñalosa.

16.                        PERSONAJES,  JUNTAS Y ENTIDADES.

Antes de concluir el presente trabajo, destacamos aquellas asociaciones y personajes que participaron en la consolidación del sector.  Dentro de los personajes, pese a tratarse de un espacio urbano breve, y claramente delimitado, desde sus orígenes y durante su transcurrir en estos procesos intervinieron personajes destacados del panorama local y nacional. 

Comenzando por los gestores, es estadio, ni el barrio para los empleados municipales jamás habrían existido sin el enfrentamiento entre el presidente de la República, Alfonso López Pumarejo y el alcalde municipal, Jorge Eliécer Gaitán, situación en la que este último resultó vencedor.

En ninguna parte de la ciudad como en este sector es perceptible la impronta del urbanista Karl Brunner, (1887-1960) quien  con sus planteamientos, formalmente para entonces en parte anacrónicos, mas conceptualmente  aquí avanzados, en cuanto a la intención de trazar barrios higiénicos, arborizados, con espacios públicos, alejados conceptualmente de la estrecha cuadrícula urbana hasta entonces invariable.

Jorge Eliécer Gaitán, quien investido con la dignidad de alcalde municipal por el presidente Alfonso López, hizo que al final de la hacienda de El Campín impulsó en dura confrontación con este último la construcción del estadio municipal. 

Nemesio Camacho; gerente del tranvía municipal de Bogotá en el año de 1923, bajo cuyo mandato llegaron los tranvías “cerrados” conocidos popularmente como las “nemesias”.  Su hijo, Luís Camacho Matíz donó los terrenos para el estadio municipal.

El padre Salvatoriano José Gierer, (1912-1994) cuya gestión determinó la creación de las parroquias del Divino y de la Madre del Salvador; a su lado el también Salvatoriano Ivo Schleibe, un gran artista en mora de rescatarse, y el pintor Izquierdo, quienes aportaron al carácter del inicial templo parroquial.

El también sacerdote y artista salvatoriano Ivo Schleibe, (c. 1912-1989) autor del Cristo glorioso, los vitrales y otras obras existentes en el templo.

El artista Antonio Izquierdo, uno de los primeros que localmente incursionó en la técnica del mosaico; autor de la imagen de el Divino Salvador, del evangelista y de la Madre del Salvador.

Gilberto Alzate Avendaño, 1910-1960) quien poca relación tuvo con el barrio, pero en cuya memoria a su muerte en el año de 1960 se bautizó a la calle 57.

Enrique Santos Montejo, “Calibán”, (1885-1971) quien residió con su familia en la casa de la esquina nororiental del parque Lleras.

Alfredo D. Bateman, quien residió en la casa de la carrera 18 entre calles 55 y 56, Ministro de Obras Públicas y presidente de la sociedad colombiana de ingenieros. 

Mayor Guillermo Vega Olaechea, principal gestor y presidente de la junta de defensa civil de Bogotá.

Joaquín Mosquera Garcés, Ministro de Educación Nacional, inconfundible en las misas dominicales.

Los maestros Miguel Sopó y Guillermo Abadía Morales, destacados en su respectivo campo, y quienes por años han residido en el barrio.

Continuando con las juntas, dos han existido en el sector; la Junta de Defensa civil del Divino Salvador y la Junta de Acción Comunal del barrio San Luís.  Comenzando con la primera, esta nació en el año de 1967 por iniciativa del padre José y del mayor Guillermo Vega; con aportes de los vecinos sólo unos meses después de su fundación, se adquirieron tres radiopatrullas “Land Rover”.   Lastimosamente gestiones posteriores desafortunadas determinaron su progresiva desaparición.  En su momento fue calificada esta junta como modelo en la ciudad.

Finalmente, la Junta de Acción Comunal del barrio San Luís fue fundada oficialmente  en el año de 2006 por iniciativa del Señor Eduardo Arenas; esta asociación ha servido de aglutinante de los pobladores del barrio, dentro del aislamiento que caracteriza a la sociedad de nuestros días.  Desde el año de 2008, la Junta está presidida por Doña Rocío amparo Alba Gómez.


17.                        BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES CONSULTADAS.
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA. Revista Arquitectura e Ingeniería. Bogotá; años 1948 y subsiguientes.

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